Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En el bicentenario de la muerte de Bach se organizó en
Leipzig un concurso de piano. Dimitri
Shostakovich fue uno de los jurados. Las
reglas del concurso prescribían que los participantes tocaran, entre otras
cosas, uno de los cuarenta y ocho preludios y fugas de “El clave bien temperado”
de Bach. Y a todos sorprendió una
jovencita rusa que dejó al jurado la elección del preludio y fuga, pues tenía
preparada la colección entera. La
esforzada pianista, Tatiana Nikolaieva, desde luego ganó el concurso. Y ganó algo más valioso: despertar el interés
de Shostakovich en ella y en “El clave bien temperado”. “A su regreso de Leipzig a Moscú”, escribe
Tatiana, “Shostakovich empezó de inmediato a componer preludios y fugas. Yo le hablaba por teléfono, a petición suya,
todos los días y él me pedía que fuera a casa a oírlo tocar la pieza que
acababa de componer.”¿Qué tiene esa forma de preludio seguido de fuga que la hace
tan atractiva y satisfactoria? A la libertad juguetona del preludio debe seguir
el difícil rigor de la fuga. En el preludio casi no hay reglas, se vale
todo. En la fuga no hay que construir,
hay restricciones y reglas. Así dice
Whitehead que debe ser la educación universitaria: los periodos de libertad
romántica, imaginativa, deben alternarse con periodos de disciplina, rigor,
dominio completo de las técnicas. Los
dos estadios son indispensables en la formación de la persona. Toda actividad que valga la pena tiene esas
dos facetas: el juego y la precisión. La
cima intelectual está hecha de éstas: imaginación libre y audaz, pero también
rigor, paciencia, precisión. Es decir,
preludio y fuga.