Una novela negra ágil, con mucha acción y una protagonista sorprendente. «Digo a mi favor que no cometí más errores que cualquier madre, fui sobreprotectora, otras veces dura, pero siempre en el afán de prepararla para este mundo traidor e incierto.¿Será que la traumé en vez de darle cariño?» La sicaria de Polanco es una novela negra ambientada en México DF en época actual. Se trata de un libro ágil, pleno de acción, protagonizado por una mujer de personalidad arrolladora. Karina Shultz sorprenderá al lector, que será cómplice de todas las peripecias que ha de vivir, de manera cada vez más atropellada, esta mujer convertida en asesina a sueldo. Es una novela policíaca, pero también social, ya que critica las diferencias tan marcadas de clase, así como la corrupción, sin moralinas ni juicios de valor. Se centra en mostrar la dualidad chocante en la que vive el personaje principal, que pasa los días intentando conciliar su vida de madre de dos chicos adolescentes y novia de un agente de policía con su papel ocasional de asesina. Pero llegará un momento en el que el frágil equilibrio en que vive se quebrará y todo empezará a desmoronarse alrededor de ella.
Alexander Luria es considerado el fundador de la neuropsicología. En este libro nos ofrece un cautivador retrato de la heroica lucha de un hombre por recuperar sus facultades mentales. En
1943, con 23 años, el soldado ruso Zasetski recibe una bala en la cabeza en la batalla de Smolensk.
De pronto se descubre en un mundo aterrador: recuerda su infancia, mas no su pasado reciente; la mitad de su campo de visión ha desaparecido; no puede hablar, leer ni escribir. Solo es capaz de anotar, con inconmensurable dificultad y una desesperante lentitud, recuerdos y pensamientos que le vienen al azar. Muchos días no recuerda ni escribe nada; en otros logra verter unas cuantas oraciones sobre el papel. Aun así, gracias a su increíble perseverancia y tenacidad, llenó tres mil páginas a lo largo de veinte años.
Este recuento, en el que se entremezclan las notas autobiográficas de Zasetski con los lúcidos comentarios del propio Luria sobre la estructura y funciones del cerebro, nos recuerda una lección universal que ya enseñaban Sócrates, Freud y Proust: una vida humana no es una vida hasta que esta pueda ser examinada, recordada, y uno sea capaz de apropiarse de esos recuerdos.