Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Pésimo corresponsal y un tanto exhibicionista, inicié este Diario Público en un periódico nacional, Excélsior, en la sección "Diorama de la Cultura", para comunicarme con mis amigos , comentarles mis planes, mis lecturas, (muchas veces en originales), mis sueños, mis textos y mis frustraciones. Al releer, corregidas y vueltas a corregir, las notas que componen este Diario, a casi 40 años de distancia, me encuentro con un México nebuloso y unos personajes (yo en primer término) casi fantasmales que me cuesta esfuerzo comprender y situar en su lugar exacto.El Diario concluyó en el momento preciso (ya no les di cabida aquí a varias entregas publicadas de 1969), cuando cambié de piel y de manera de comportarme. Me cansaron la "alegre vida literaria", la ostentación, los salones, y comencé a entrar lentamente a otro tipo de vida, más franciscana que jesuítica.