Conocedor y gustador profundo de los universos poéticos más eminentes de las lenguas modernas y las antiguas, y traductor experto de una colección multilingüe que ojala pronto se disponga a editar. Ernesto de la Peña se resistió sin falsa modestia, pero con impecable ánimo autocritico y lima estilística incapaz de hacer concesiones a la mala factura y al oído imperfecto, a llevar sus poemas a las prensas que no admiten a los jóvenes ni a las maduras promesas arrepentirse de lo ya calificado y consumado.