Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Altamirano, quien ejerció casi sin pausa la profesión de las letras, no fue un poeta constante. Su trato con la poesá sólo se produjo, con asiduidad, de su juventud a su etapa inicial de la madurez, durante dieciséis o diesicieta años. Luego, aunque no cesó por completo, se volvió sumamente esporádico.El grueso de la obra poética de Altamirano consta de un solo volumen de no muchas páginas, que es el titulado Rimas, los poemas que lo integran habían sido publicados en diversas fechas anteriores en periódicos de la capital y de provincia.Quedaron sin recoger los libros algunos otros, que ahora procuraremos rescatar, aunque la empresa no siempre ha tenido buen éxito. En todo caso, no bastarían esas composiciones para formar un tomo de tamaño semejante al de las rimas.