Desde un costado de la plazoleta, el pueblo acompaña a su reina. Anacaona sube los tres escalones que la separan de la plataforma; se ve derrotada pero no vencida, no gime ni se queja. El verdugo se acerca a ella, le coloca la soga en torno al cuello, luego la ayuda a subir. Anacaona alza la cara por encima del horizonte...
El periodista deportivo es la novela que consagró internacionalmente a Richard Ford, de quien Raymond Carver escribió que era «el mejor escritor en activo en nuestro país» y el crítico francés Bernard Géniès afirmó, en una encuesta en Le Nouvel Observateur, que «se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano». Frank Bascombe tiene treinta y ocho años y un magnífico porvenir como escritor a sus espaldas. Hace tiempo disfrutó de un breve instante de gloria, tras la publicación de un libro de cuentos, pero luego abandonó la literatura, o fue abandonado por ella. Ahora escribe sobre deportes y entrevista a atletas, a quienes admira porque «no tienen tiempo para las dudas o la introspección».Y escribir sobre victorias y derrotas, sobre triunfadores del futuro o del ayer, le ha permitido aprender una escueta lección: «En la vida no hay temas trascendentales. Las cosas suceden y luego se acaban, y eso es todo.» Lección que podría aplicarse a su fugaz fama como escritor, a su breve matrimonio o a la corta vida de su hijo mayor, Ralph, que murió a los nueve años. ¿Cuál es el drama que ha provocado el fracaso de su matrimonio? ¿Por qué Bascombe ha renunciado a la literatura? ¿Qué le anima, sino una «moral de la apatía», un vivir la vida de instante en instante, un rehuir el suicidio por los caminos de la deseada analgésica banalidad? El periodista deportivo es un implacable testimonio de los desencantos inevitables, de la corrosión de las ambiciones, del aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir.
El presente volumen pretende rendir
homenaje al arte y al ingenio de Oscar Wilde,
dos palabras irremediablemente unidas
a su nombre, a su estética y a su vida.
A este fin se ha llevado a cabo una amplia selección
de sus frases, opiniones y ocurrencias más brillantes,
entresacándolas de sus obras de teatro, cuentos, ensayos,
correspondencia, y de los testimonios orales
que sus contertulios u ocasionales oyentes
han legado a la posteridad. Así pues, el lector
no debe buscar en este libro una radiografía
del pensamiento de Oscar Wilde, oculto siempre
tras la máscara, sino la brillante superficie
donde aflora vivo el arte del ingenio.
Los genios... siempre están hablando de sí mismos,
cuando lo que yo quiero es que piensen en mí.
Los elogios me vuelven humilde, pero cuando
me insultan sé que he tocado el cielo.
Es triste. La mitad del mundo no cree en Dios,
la otra mitad no cree en mí.