Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Qué es el autismo. O más importante aún, podemos aislar y eliminar el gen del autismo sin acabar con los genios. El periodista Steve Silberman trabajaba hace una década en una serie de
entrevistas sobre los grandes genios de Silicon Valley cuando cayó en la cuenta de que muchos de ellos tenían hijos autistas. Siguió investigando y recopilando las informaciones que ahora presenta
en esta obra que da cuenta del hallazgo y evolución del trastorno, pero también de las implicaciones sociales y políticas que ha tenido su tratamiento y estudio.
Porque esas dos ideas que definen a los autistas, bien como genios con unas habilidades únicas, bien como las víctimas de un trastorno con discapacidades severas, no sólo perdura, sino que está en el origen mismo de su diagnóstico. Leo Kanner, en Estados Unidos, y Hans Asperger, en la Viena ocupada, fueron dos médicos que en los años cuarenta trabajaron de forma simultánea con pacientes afectados. La segunda guerra mundial mantendría ocultos durante décadas los estudios de Asperger y se impondría así la visión pesimista de Kanner, que consideraba al autismo como una grave dolencia de origen psíquico, estigmatizando y martirizando con ello a los pacientes y a sus
familias. Sin embargo, hoy sabemos que el autismo es la constatación de nuestra neurodiversidad y que ha sido un factor determinante en la historia de la humanidad para el progreso científico e intelectual. Como bien apunta Silberman en su libro, es el momento de romper con la visión convencional que se tiene del autismo y de buscar, a través del respeto, el apoyo y la tecnología, nuevas maneras de integrar en la sociedad a aquellos con diferencias cognitivas.