Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La aparición en un pasaje céntrico del cadáver desfigurado de una jovencita muy bella, que no fue violada ni le robaron sus valiosas pertenencias, es el arranque de esta novela extraordinaria, pues muestra sin tapujos desde el poder y lujo de las altas esferas sociales y los vericuetos judiciales, hasta la sordidez de algunos barrios de la CDMX, y de nuestras nauseabundas cárceles. Los contrastes son tremendos y crueles. Desde este inicio se plantean varios interrogantes que resolverlos costará la vida y desvelos de varios personajes. La judicatura de Fernando T. Mendoza, podría considerarse una novela documental sin concesiones, pero es más que eso: una novela intensa y cruel, con personajes y situaciones verosímiles a pesar de su brutalidad. Vladimir Nabokov opinaba que los libros que valen la pena son los que nos escandalizan, asquean o incomodan porque muestran la realidad sin tapujos. Por otra parte Alfonso Reyes pensaba que la fuerza de algunos libros nos obligan a leerlos de pie. La judicatura, estoy seguro, lo leerás de pie pero, valga la paradoja, de una sentada. Tal es su fluidez y su creciente tensión, pues cuando parece haberse resuelto el caso, siempre surgen nuevos elementos para investigar.