Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Édouard Henri Theophile Pingret nace en el crudo invierno de 1788 en la ciudad de Saint Quentin, Normandía; el medio familiar, compuesto principalmente por propietarios agrícolas, cuenta entre sus próximos al célebre general Pierre Cambronne y a ilustres notarios y magistrados normandos. Édouard revela dos capacidaades que desarrollará paralelamente durante toda su vida: las de promotor comercial y artista; en lo que toca a la segunda, su padre lo introduce al taller del pintor Louis David desde la edad de catorce años, y ahí sobresale rápidamente como aprendiz despierto y eficiente. Dos años después emprende un viaje a Italia del norte y se detiene en Roma en dos estancias posteriores, durante las cuales adquiere cierta destreza al frecuentar a algunos maestros de la Academia de San Lucas y hace amistad con los artistas becarios de la Villa Medicis.