Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Sobre los cuáqueros y la inserción de la viruela; el empirismo y el racionalismo; sobre la luz de Newton y la luz de Descartes, estas Cartas son una defensa de lo "moderno" y un ataque implícito a la Antigüedad. Escritas por Voltaire en su exilio en Inglaterra, hoy puede sorprendernos que un libro como este, lúcido y sensato, irreverente pero razonable, haya sido censurado y causado un escándalo en su tiempo. Nuestra sorpresa revela justamente que somos herederos de la Ilustración, de la que Voltaire formó tan ilustre parte. ¡Nos parece tan natural pensar como él! El enemigo de Pascal definió el espíritu de la época y de los filósofos, que lo eran no por proponer un sistema de ideas, sino por someterlo sistemáticamente todo al juicio de la crítica: la razón era su superstición, no la fe; su método era la polémica. Voltaire influyó ampliamente en Europa con este libro que reivindicó la ciencia, el intelecto y las artes, haciendo un axioma de la frase: "Pensad y dejad pensar", y en la reivindicación del humanista, del "sacerdote laico". Ofrecemos aquí la traducción y las notas de Fernando Savater, uno de sus semejantes, contemporáneo nuestro.