Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Recién el obispo Juan de Palafox había vuelto a España, decidió escribir el Libro de las virtudes del indio al rey Felipe IV, con la finalidad de evidenciar tanto la naturaleza de los indígenas y su importancia en las labores que realizaban en la Nueva España, como la necesidad de que se cumplieran las leyes establecidas por la Corona española en la Colonia, pues la irregularidad de su aplicación e incluso su omisión habían provocado que los indios padecieran muchas injusticias: discriminación, abuso, explotación. A través de diversas ejemplificaciones y anécdotas, cada uno de los capítulos que conforman este volumen describe de manera somera, pero efectiva, los principales atributos del indígena, revelando la situación que vivía, su actitud ante ella y las costumbres por las que se regía durante la primera mitad del siglo XVII. La lúcida perspectiva del beato Palafox en esta obra crea una brecha hacia la comprensión de por qué dedicó tanto esfuerzo a la protección de los indios y aun exigió al rey que mandara ver si nación que está por la mayor parte exenta de vicios tan capitales y tan vehementes, puede llamarse más inocente que las otras, y digna del amparo de su rey y señor.