Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Los dos relatos que hoy presentamos se gestaron a finales de 1912, uno de los períodos más productivos de la vida de Kafka, durante el cual compuso además La transformación. Su editor Kurt Wolff le propuso publicarlos en un volumen que debería haberse titulado Los hijos, puesto que entre los tres relatos existía, según le había confesado Kafka, un evidente nexo secreto. En La condena, Georg Bendemann, un joven comerciante, comunica a su anciano padre que acaba de prometerse, pero el encuentro se transforma en una pesadilla repleta de reproches. El fogonero-primer capítulo de la novela El desaparecido, publicada póstumamente-trata las peripecias de Karl Roßmann a bordo del transatlántico que lo conduce a Nueva York, adonde lo han enviado sus padres, tras un escándalo, en busca de fortuna.