Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En su casa de campo de los Pirineos franceses, a la que apenas acude ya, Sir George Dillingham encuentra a su sobrino Alexis un muchacho que ha huido del colegio y se ha refugiado allí sin avisarle en brazos de Rose Vibert, joven actriz francesa sin nada mejor que hacer, arranca así un ménage à trois lleno de encuentros y desencuentros, a la vez frívolo y culto, sensual y elegante», según dijera la crítica de la época; un verdadero entramado también culturalista, pero sin pedantería ni erudición, como sin importancia, que construye una red de referencias absolutamente implicada en el sentido profundo de la peripecia, dibujada con un fino equilibrio entre el humor, el sarcasmo, la tragedia y el escándalo.