Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El movimiento estudiantil de 1968, que cumplirá ya cincuenta años a la vuelta de la esquina, y los hechos de Tlatelolco, se han llenado de expertos que no estuvieron allí ni vieron nada; el mito gana terreno.
Carlos Monsiváis, que sí participó en marchas y mítines, así como en la Asamblea de Intelectuales y Artistas, escribió una buena crónica, de la manifestación silenciosa. Pero luego, en el libro conjunto con Julio Scherer asienta que los hechos de Tlatelolco el 2 de octubre demuestran la perfecta sincronización de las fuerzas represivas
Demuestran exactamente lo contrario. Monsiváis no estuvo allí, y lo que vimos quienes allí fuimos detenidos, en particular los detenidos en el tercer piso del edificio Chihuahua es, sin duda, lo contrario: la absoluta desorganización, la falta de mandos, la enorme confusión entre los primeros agresores, de civil, y la tropa regular, de verde.
Quiero insistir en ese testimonio y en otros muchos detalles que conozco de primera mano. Nadie me lo contó la última y nos vamos.