El autor sostiene que la economÃa y la literatura tienen puntos de contacto y para demostrarlo aborda los siguientes temas: el origen histórico de la filosofÃa y del dinero acuñado, asà como la postulación bivalente que afirma que las palabras señalan cosas concretas y que el dinero implica la posibilidad de obtener bienes si aceptamos que la literatura es valorable.
El lenguaje poético y la filosofía se ponen al servicio del apetito y la curiosidad sexual para narrar la
historia de Julián Cáceres, un hombre con un pasado inclemente y una realidad en la que goza la
levedad de la seducción. En el centro del mapa se descubre la conciencia del cuerpo como una
fuente de placer y condena. La carne femenina de cuatro mujeres representa los puntos cardinales
del deseo del protagonista y, al mismo tiempo, se convierte en la entrada de su propio infierno.
En palabras de Juan García Ponce, «El cazador de tatuajes es una novela para novelistas. Está en
la mejor tradición de la literatura erótica y filosófica».