Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Cúspide, desde la perspectiva de la plenitud de la edad, de la poesía
amorosa nerudiana, estos Cien sonetos de amor sorprenden ante
todo por el contraste entre la palpitación de la palabra y la imagen,
y la deliberada elección de una desnudez que rehúye los prestigios
sonoros o constructivos del soneto clásico.
«Con mucha humildad escribe Neruda hice estos sonetos de madera,
les di esta opaca y pura substancia», que contrapone a las
«rimas que sonaron como platería, cristal o cañonazo» de los poetas
que anteriormente abordaron el soneto. Del mismo modo, es evitado
el principio del mantenimiento de un patrón métrico y rítmico invariable,
y, más aún, la estructura silogística y simétrica en la exposición de
lo contenido en cuartetos y tercetos. Pero este despojamiento voluntario
es un medio para dejar expedita la más soberana libertad en la
visión: se conquista una nueva y poderosa cohesión, la de una palabra
de tierra, agua, aire y llama, la de una voz que es el metal y el
elemento, y oye el latido de un mundo en el latido del cuerpo amado.
Himno a lo tangible, el amor en Neruda es también vía de acceso a
la fusión con el núcleo último donde la conciencia reconoce su ser en
el ser del mundo.