Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
La voz poética que habla en este libro es la del testigo que registra cosas y hechos desde una concentrada sensibilidad. Miro la tierra alude a esa actitud de observador y también a la contribución de la mirada sobre lo visto.
En Las ruinas de México, primera parte de este libro, lo que se ve es un paisaje desolador: la capital mexicana después del terremoto de 1985. Más allá del escenario en ruinas, estos versos testimonian la impotencia humana frente a los poderes insondables de la tierra y lo hacen con una ductilidad que reclama para el verso los territorios que ha cedido a la prosa. Por extraño que parezca, Las ruinas de México es la única secuencia extensa de poemas escrita en torno de este acontecimiento.
Pero Miro la tierra en modo alguno se limita a dolerse ante la catástrofe. También alaba el milagro de estar vivos y celebra las maravillas del mundo. Cada poema de este libro colabora a trazar una conciencia en la que, sin drama pero sin docilidad, conviven lamentaciones y alabanzas, sístole y diástole de una poesía que no renuncia a mirar la tierra y, al hacerlo, vuelve a nombrarla para nosotros.
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