Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
A José María Villasana se le recuerda como el caricaturista que satirizo ferozmente al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876) en el semanario El Ahuizote. De su trabajo anterior y posterior solo existen algunos comentarios aislados.Tal vez el silencio se deba a que en tiempos del gobierno general Porfirio Díaz, Villasana fue uno de los caricaturistas favorecidos de su régimen, tanto que en 1896 ocupo una diputación con el Congreso, como el representante del distrito Comitán, Chiapas. Por aquel entonces Villasana, a sus cuarenta y ocho años, impartía clases de dibujo al natural en la escuela Nacional Preparatoria, vivía en el elegante barrio de Tacuba ya y por las tardes se le encontraba a menudo en el prestigiado café La Concordia.