Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El poeta Max Jacob fue herido por la gracia de Dios en la oscuridad de un cine. A partir de esa singular experiencia se hizo cristiano. Ciertamente, en las tinieblas del cine pueden producirse muchas revelaciones. En el caso de Gaspar Orozco estas revelaciones cinematográficas son poéticas."Señalamos con el dedo la madera que se extingue. Sin embargo, el fuego se propaga: no se sabe hasta dónde llegará." Esta traducción del maestro Chaung Tzu es de Gaspar, poesta singular, entre otras cosas, por su conocimiento del chino. Puede pensarse que la disquisición de Chuan Tzu se acerca de alguna manera al cine. Éste sería el fuego que consume cada uno de los poemas en prosa reunidos en esta colección, obra de un poeta que ha trabajado con materias como la majestad secreta de una mosca o el destino de imperios perdidos.En la remembranza del cine está el tiempo recobrado. Viajamos nosotros en el tiempo alejándonos de la película que permanece fija.El momento en que se está ya sentado en la butaca del cine y se apaga la luz anunciando el inicio de la proyección ha sido calificado por Gore Vidal como el instante de la suprema felicidad. ¿Y no es cierto que el cine y la poesía, como escribe Gaspar en Autocinema "llegan por diferentes caminos al mismo punto"?.