Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
A fines del porfiriato (1911), la ciudad de México era ya el pinto más importante de salida y terminal de los ferrocarriles mexicanos, centro mexicano, nacional mexicano, hidalgo y nordeste, inteoceanico, san Rafael a Atlixco, del desagüe del valle de México y de monte alto. También se encontraban asentados en ella los ferrocarriles cintura, circunvalación e industriales de la ciudad de México. Estas instalaciones ferroviarias poco a poco quedaron aprisionadas por nuevos núcleos de población urbana y a la par incrementaron seriamente los problemas de circulación de la capital