Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Eso era el año 87, aclaró Salcido. Su gran año como burócrata de la salud pública. El año en que potabilizaron el agua de todo su estado y erradicaron las endemias que quedaban y se habían mantenido, marginales pero estables, durante las últimas tres décadas. Fue ascendido de director a secretario de salud del estado. Trabajaba como un poseído, discutiendo todo el tiempo en su cabeza con aquellos hospitales clandestinos donde podía seguir Rayda, compitiendo con ella en una estadística imaginaria de redención. Quién repartía mas bienestar? Rayda en la guerrilla o él en su acción de salud pública desde el gobierno?