Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Originadas en la sociedad medieval, las cofradías fueron comunidades voluntarias y autónomas que funcionaron como espacios de poder para unos pocos elegidos, como centros para practicar la fraternidad y la caridad cristianas y como dispensoras de una serie de beneficios sociales. Gracias a estos servicios y a la dimensión asociativa, rápidamente se propagaron por todo el mundo cristiano. La importancia de estas hermandades fue tal que a finales del siglo XVIII se reportaron casi doscientas en la Ciudad de México, las más acaudaladas y afamadas contaron entre sus filas a virreyes, oidores, regidores y miembros del consulado.
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