Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Para qué sirve el futbol? Para lo mismo que la ternura. Arrigo Sacchi dijo alguna vez que el futbol es la cosa más importante entre las cosas que menos importan. ¿Y en el futbol qué es lo importante? ¿Los goles? ¿Vencer o ser vencido? ¿Volverse, al menos cada cuatro años, parte de un todo? Esta Breve historia del ya merito no es una apología del perdedor ni una representación lógica de nuestras miserias. Tampoco un estudio de la proclividad nacional al fracaso. No somos analistas de daños. Este ya merito es una franja de resistencia ante la tecnología del razonamiento estadístico y económico del juego. La historia no la escriben los que ganan ni los que pierden. La reescriben los que renuncian al tiempo. Si cada año mundialista es una escenificación de la épica al alcance de todos, cabe aclarar que lo sobrenatural y lo inesperado juegan un papel fundamental en la construcción de esa heroicidad lírica que en algún momento dejó de preguntarse quién ganó para comenzar a cuestionarse qué significa ganar. Quizá por ello Manuel Negrete (y su épico gol en el Mundial de México 86) sigue ahí, suspendido sin medida, ajeno a la gravedad y a los dictámenes de los victoriosos o los derrotados, como un astronauta flotando en el infinito cosmos de la memoria.