Cuando yo ensañaba, jamás me propuse decir al alumno sólo “lo
que yo sabía”. Más bien buscaba lo que
el alumno no sabía. Sin embargo, no era
esta la principal cuestión, a pesar de que yo, por esto mismo, estaba ya
obligado a encontrar algo nuevo para cada alumno. Sino que me esforzaba en mostrarle la esencia
de las cosas desde su raíz. Por eso no
existieron nunca para mí esas reglas que tan cuidadosamente instauran sus redes
en torno al cerebro del alumno. Todo se
resolvía en instrucciones tan poco obligatorias para el alumno como para el
profesor. Si el alumno puede prescindir
de ellas, tanto mejor. Pero el profesor
debe tener el valor de equivocarse. No
debe presentarse como un ser infalible que todo lo sabe y que nunca yerra, sino
como una persona incansable que busca siempre y que, quizá, a veces, encuentra
algo. ¿Por qué querer ser semidioses?
¿Por qué no, mejor, hombres completos?Arnold Schoenberg
Tomado de: Arnold Schoenberg, “Tratado de Armonía”, Real Musical, Madrid, España. Traducción de: Ramón Barce.