Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Hola, soy Rembrandt van Rijn. ¿Conoces algunos de mis cuadros? Quizás te parezcan un poco oscuros. Es cierto, en mi paleta habitaban pocos colores, ya que prefería jugar con las luces y las sombras. Formaba parte de mi estilo personal, un estilo que me valió el reconocimiento de la sociedad. Pero triunfé y me arruiné con el mismo estrépito. ¿Por qué? Pues presta atención, te lo voy a contar. Indiscutible maestro del claroscuro, desarrolló una capacidad técnica insuperable imponiendo su creatividad ante cualquier norma o estilo. Una vida inestable y conflictiva le aisló de su época, de su ciudad y de sus colegas. Pero el tiempo fue su gran aliado, ya que hoy es reconocido como uno de los mayores maestros barrocos de la pintura y el grabado. O, como dicen otros, como un gran genio de la pintura universal.