Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La filosofía clásica, la de los griegos para ser más preciso, nació con una simple y esencial pregunta: ¿qué hay del hombre? El hombre sobre el que vertían sus inquietudes, sin embargo, no era el que estaba a punto de caerse en el insondable vértigo de la conciencia, sino aquel que anhelaba encontrar su lugar en el mundo.
Las preocupaciones cosmológicas de los primeros pensadores helénicos abrían camino para que la aventura del pensamiento abstracto comenzase su embrionaria andanza, y para que de esta reflexión brotase una ciencia de la conducta racional (ética) entendida como la manera de relacionarse del ser humano con su propio entorno.