Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La obra cumbre de Andrés Molina Enríquez, Los grandes
problemas nacionales, influyó de manera determinante en
los líderes opositores a la dictadura porfirista, que tendrían un
papel central en la Revolución. Entre ellos destaca Luis Cabrera,
quien retomó muchas de sus ideas en las intervenciones que tuvo
en torno al problema de la tierra cuando fue diputado en la XXVI
Legislatura. Y también más tarde, cuando por encargo del Primer
Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, Cabrera
redactó la Ley Agraria del 6 de enero de 1915. Molina Enríquez
participó en los trabajos de la comisión del Congreso Constituyente
de 1916-1917 que formuló el artículo 27 constitucional.