MEJORES COMEDIAS DE MOLIERE, LAS (EDICIONES LEYENDA)
Moliére, cuyo indudable poder de observación y feroz ironía de los vicios humanos, describen de manera magistral las pasiones de la sociedad de su tiempo. Con El misántropo presenta al hombre crítico con la sociedad, enfrentado a todo ya todos, la persona que nada encuentra bien y que llevado por un elevado sentido de la verdad y la justicia no encuentra acomodo en ningún lugar. Tartufo es la historia de un hipócrita sin escrúpulos, que, haciéndose pasar por un hombre bueno y santurrón, consigue ser venerado por el rico señor Orgón, padre de los jóvenes Mariana y Damis y casado en segundas nupcias con la hermosa Elmira. Con gran astucia Tartufo logra que lo lleven a vivir a casa de esa familia y ahí, poco a poco va imponiendo su voluntad a su protector y a todos los seres queridos de éste, disimulando su tiránica conducta con la máscara de la humildad y de los consejos religiosos. Sin embargo, la situación se agrava cuando Tartufo pretende casarse con una de las hijas de su protector, y al mismo tiempo, intenta seducir a Elmira. Al final la esposa de Orgón, valiéndose de una artimaña, consigue desenmascarar a Tartufo. El matrimonio se reconcilia y el falso santurrón recibe el castigo que merece.
De la paz al olvido Porfirio Díaz y el final de un mundo
De la paz al olvido dibuja el vasto panorama que abarca el arco de tiempo entre el último brindis triunfal de don Porfirio Díaz a su último aliento. De la paz al olvido narra la historia del declive de Porfirio Díaz en medio de la transformación en México y Europa, en la que se cruzan la Revolución mexicana y la Belle Époque, el fin del orden monárquico y el inicio de la democracia moderna. Rafael Tovar y de Teresa ofrece al lector el retrato de una época y la crónica de un personaje que lo fue casi todo: héroe, dictador, soldado, pacificador, culto cívico y fantasma en el exilio. El 15 de septiembre de 1910, Porfirio Díaz cumplía ochenta años, encabezando los festejos del Centenario -una conmemoración cuyo objetivo era presentar a México ante el mundo como un país próspero y moderno, y asimismo ensalzar la figura del arquitecto de ese progreso-. Sin embargo, la fiesta también sería la antesala de una convulsión. Menos de un año después, el 25 de mayo de 1911, Díaz presenta su renuncia como presidente de la República, para partir rumbo al exilio europeo, antes de una semana, a bordo del Ypiranga. Tres años más tarde, estalla la Gran Guerra, dando fin a la larga paz del siglo XIX. Once meses después, el 2 julio de 1915, muere en París el caudillo mexicano. Parece un periodo breve, pero el cambio político, social y cultural ocurrido en estos años es uno de los más radicales de la historia. Díaz llega a una Europa que vive el ocaso de una época marcada por el crecimiento económico, el fulgor científico y artístico, y el imperio de fuertes hombres de Estado. El viejo general ve en este declive su propio reflejo, mientras desde México le llegan noticias de la guerra civil y de cómo su nombre va cayendo en el olvido.
Para Balzac, los cazadores de autógrafos y los grafólogos eran genios indiscutibles; al apropiarse de una firma, poseían un espíritu. Lo significativo de este elogio es que proviene de la exasperación: la Comedia humana cuyo reparto compite con el censo de París, es lo opuesto al arte de reducir el alma a unas líneas.El contradictorio gusto de Balzac por las caligrafías es una buena entrada a la obra de Manuel Felguérez. Incluso quien carezca de toda afición al espionaje de las escrituras, encontrará en su firma aspectos reveladores. La "F" mayúscula se alza como emblema del constructivismo, la parte el nombre en un plano geométrico y le brinda oportunidad a la "e" de saltar como un ojo; las demás letras avanzan en rápidos arabescos, trazan los golfos, las curvas que definen casi todas las obras del pintor y escultor. Hagamos a un lado la interpretación psicológica: las claves de esta firma son plásticas; los procedimientos básicos de Felguérez, sus figuraciones lógicas y convulsas, derivan de este vibrante diagrama; sin embargo, el trazado de la personalidad desemboca en un enigma. Estamos ante una confesión y un ocultamiento: la matriz delatora que el artista disfraza con la proteica variedad de sus texturas.