Éste es el testimonio de un habanero descreído. Un hombre que regresa extenuado de un largo camino que finalmente no lo condujo a sitio alguno. Pero no es pesimista. Pedro Juan sabe que tiene que seguir adelante. Y lo mejor es hacerlo sonriendo, a golpe de ron, música y sexo. Pedro Juan Gutiérrez hace catarsis en este libro, duro y en gran medida autobiográfico, que reúne tres libros de cuentos: Anclado en tierra de nadie, Nada que hacer y Sabor a mí. Un lenguaje fuerte y apretado es el único capaz de expresar la rabia de quien habita en el vórtice del huracán. Pedro Juan vive al borde del precipicio. Marginal, aunque su covacha está en el corazón de La Habana de hoy. Disecciona sus alrededores con habilidad de cirujano experto. Sin temor hinca su bisturí afilado, escarba en las entrañas, y lo revuelca todo, irrespetuosamente: sexo, hambre, política, erotismo, desencanto, anhelos, ron y buen humor. Escrita con un ritmo implacable, a medio camino entre la exuberancia tropical y la negra desolación de un Bukowski, la Trilogía sucia de La Habana es un deslumbrante conjunto de relatos orquestados como una novela.
La vida y la obra de Fernando García Ponce dan forma a una singular aleación de talento innato, rebeldía, disciplina, caos, autodestrucción tenaz, sólida vocación pictórica y lucha frontal contra los valores establecidos tanto por la moral y las ortodoxias de su época en el terreno vital, como por un rechazo absoluto a la herencia exacerbada del muralismo y sus tres grandes exponentes Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, a los cuales Fernando García Ponce no consideraba pintores sino, despectivamente, "periodistas" en el terreno de la pintura.Lo anterior significa que Fernando García Ponce fue un revolucionario en el sentido estricto del término: ante los convencionalismos de su tiempo "que rechazaba tajante y en muchas ocasiones virulentamente" y un innovador en el contexto de la historia de la pintura mexicana de la segunda mitad del siglo XX.