La enfermedad del amor La obsesión erótica en la historia de la medicina
La enfermedad del amor es un organismo literario: un museo de anormalidades y relatos de todas las épocas, ante la figura del médico que sólo puede ver a medias la estructura lógica del problema. La enfermedad del amor, de Francisco González Crussi, se detiene en los puntos ciegos de las teorías científicas, en el remolino donde la medicina y la vida no logran diferenciarse, a la vez que conduce a una discusión sobre la naturaleza patológica de la obsesión erótica. La enfermedad del amor es, entre muchas otras cosas, un museo de aforismos sobre la dimensión erótica de nuestras vidas, y sus casi infinitos reductos hacia la humillación, el fracaso y otros tormentos, pues el amor es "el fenómeno más discutido y menos comprendido", según Diderot, "la ocupación de las gentes ociosas", de acuerdo con Diógenes, y en la versión de Platón se trata de "la enfermedad de las mentes desocupadas". La enfermedad del amor es un organismo literario poblado por grandes pensadores, arrinconados en los límites de la racionalidad: un museo de anormalidades y relatos de todas las épocas, donde se distingue el triángulo malsano conformado por los hechos del cuerpo y su contradicción con la cultura, ante la figura del médico que sólo puede ver a medias la estructura lógica del problema. Sin pasión por la denuncia o el escándalo, sin necesidad de redimir a nadie, González-Crussí contempla con ironía y serenidad los acontecimientos confusos de la historia, y los enlaza para formar una trama, sin resolución, pero terriblemente entretenida, que conduce a una discusión final acerca de la naturaleza patológica de la obsesión erótica, puesta en escena mediante el recurso de una ficción filosófica, donde los argumentos se tensan y alternan para generar una resolución coherente, pero inesperada, un estado de conciencia donde la literatura y la medicina contemplan el horizonte humano que diagnosticó,en su momento, Francisco de Quevedo: la enfermedad que crece si es curada. -Del prólogo de Jesús Ramírez-Bermúdez-
Leñero parte de tres ejes fundamentales para construir, con una ingeniería y claridad sorprendentes, esta exploración del teatro mexicano: la defensa del dramaturgo como pieza fundamental de la teatralidad, la necesidad de reconocer una tradición y un presente donde la dramaturgia escrita en México dialogue y se confronte de manera permanente con el público y, finalmente, la revisión del realismo como un estilo y una forma de escritura teatral que está vigente. En este sentido, Leñero nos lleva a visitar a los más notables autores del siglo XIX, rescata un texto sobre el teatro de los Insurgentes, ofrece su discurso de entrada a la Academia Mexicana de la Lengua donde vierte una defensa irrestricta del papel del dramaturgo en contra de la espectacularidad del teatro y, entre otros temas, revisa el trabajo de algunas personalidades notables de teatro que, desde su punto de vista ameno, profundo, han hecho de su oficio puntales de una tradición amenazada pero que, tras la lectura de sus Escritos sobre teatro, uno reconoce que se encuentra en plena forma.