Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Bernardo, un chico de once años, es portero de hockey en el equipo de su colegio y su padre es su máximo admirador. El mismo día que tiene que jugar la final, Bernardo cae enfermo. Padre e hijo se enfrentan al siguiente dilema: jugar el partido o no hacerlo. Finalmente deciden ir al ambulatorio y de regreso a casa, mientras el padre para en una farmacia para comprar medicinas, Bernardo desaparece del coche.El libro trata de un tema tan entrañable como complicado: ser padre. El protagonista llega a identificarse con su hijo completamente, pero Bernardo está creciendo y así se lo demuestra a su padre cuando un buen día tiene que tomar una decisión sin contar con él. De esta manera se plasma el proceso de madurez que va a afectar a ambos: al padre en su paternidad y a Bernardo, su hijo, en sus primeros pasos en la adolescencia.