Pésimo corresponsal y un tanto exhibicionista, inicié este Diario Público en un periódico nacional, Excélsior, en la sección "Diorama de la Cultura", para comunicarme con mis amigos , comentarles mis planes, mis lecturas, (muchas veces en originales), mis sueños, mis textos y mis frustraciones. Al releer, corregidas y vueltas a corregir, las notas que componen este Diario, a casi 40 años de distancia, me encuentro con un México nebuloso y unos personajes (yo en primer término) casi fantasmales que me cuesta esfuerzo comprender y situar en su lugar exacto.El Diario concluyó en el momento preciso (ya no les di cabida aquí a varias entregas publicadas de 1969), cuando cambié de piel y de manera de comportarme. Me cansaron la "alegre vida literaria", la ostentación, los salones, y comencé a entrar lentamente a otro tipo de vida, más franciscana que jesuítica.