Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Andrés de Luna hace de la escritura una crónica de los sentidos, lo mismo cuando escribe sobre cine que sobre literatura, libros suyos se han vuelto clásicos ya del ensayo mexicano contemporáneo. Esa necesidad de recrear el mundo percibido, el universo a través del contacto físico lo llevó a derivar de la crítica y el ensayo hacia la ficción y de allí a la reflexión sobre distintas prácticas de la vida cotidiana, que involucran --como la sexualidad-- a los placeres. Su acercamiento a la cocina no es sólo la del que paladea un plato o aprecia el añejamiento de una bebida sino la de aquel que visualiza el licor en su vaso, el indicado ya sea por la tradición o el azar, los encuentros inesperados entre sabores y formas, los lugares como espacios teatralizados por el actor que es la persona desdoblada en su propio interlocutor, rodeado por afectos, amistades, amores. Así este libro Puertas al Paraíso tiene algo de investigación antropológica y algo de ficción, de crónica mundana y de diario íntimo, de reflexión moral y de invitación a la transgresión, todo ello en una prosa vivaz y sintética que hace a su lectura una aventura vertiginosa en la que escasean los momentos de pura descripción, como en las naturalezas muertas de la tradición clásica pictórica.