Éste es el testimonio de un habanero descreído. Un hombre que regresa extenuado de un largo camino que finalmente no lo condujo a sitio alguno. Pero no es pesimista. Pedro Juan sabe que tiene que seguir adelante. Y lo mejor es hacerlo sonriendo, a golpe de ron, música y sexo. Pedro Juan Gutiérrez hace catarsis en este libro, duro y en gran medida autobiográfico, que reúne tres libros de cuentos: Anclado en tierra de nadie, Nada que hacer y Sabor a mí. Un lenguaje fuerte y apretado es el único capaz de expresar la rabia de quien habita en el vórtice del huracán. Pedro Juan vive al borde del precipicio. Marginal, aunque su covacha está en el corazón de La Habana de hoy. Disecciona sus alrededores con habilidad de cirujano experto. Sin temor hinca su bisturí afilado, escarba en las entrañas, y lo revuelca todo, irrespetuosamente: sexo, hambre, política, erotismo, desencanto, anhelos, ron y buen humor. Escrita con un ritmo implacable, a medio camino entre la exuberancia tropical y la negra desolación de un Bukowski, la Trilogía sucia de La Habana es un deslumbrante conjunto de relatos orquestados como una novela.
Georgina Cebey (México, 1982). Doctora en Historia del arte por la UNAM. Fue becaria de Jóvenes Creadores del Fonca durante el periodo 2015-2016 en el área de ensayo creativo. Textos suyos han sido publicados en Letras Libres, Bitácora Arquitectura, Arquine, Código, Nexos y Tierra Adentro, entre otros medios.
La modernidad suele anunciarse con voz triunfante y gestos que pretenden abarcarlo todo. En el caso de nuestro país, la Revolución marcó la llegada de una nueva era, en la que la arquitectura desempeñó un papel crucial. A través de monumentos, urbanizaciones, creación de plazas públicas y edificaciones de todo tipo el Estado mexicano buscó materializar su ideología y propagar su visión social.
Sin embargo, a la hora de hacer el recuento persisten los fracasos en la narrativa oficial. Con este punto de partida, Georgina Cebey hace una radiografía de algunas iniciativas emblemáticas, como el Monumento a la Revolución, el Metro Insurgentes, el Museo de Arte Moderno, la Torre Latinoamericana y la Cineteca Siglo XXI, entre otros. Cada uno de los casos nos habla de un momento político particular, pues el objeto arquitectónico además de ser espacio es tiempo, experiencia humana y, sobre todo, memoria.