Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
En su casa de campo de los Pirineos franceses, a la que apenas acude ya, Sir George Dillingham encuentra a su sobrino Alexis un muchacho que ha huido del colegio y se ha refugiado allí sin avisarle en brazos de Rose Vibert, joven actriz francesa sin nada mejor que hacer, arranca así un ménage à trois lleno de encuentros y desencuentros, a la vez frívolo y culto, sensual y elegante», según dijera la crítica de la época; un verdadero entramado también culturalista, pero sin pedantería ni erudición, como sin importancia, que construye una red de referencias absolutamente implicada en el sentido profundo de la peripecia, dibujada con un fino equilibrio entre el humor, el sarcasmo, la tragedia y el escándalo.