La mayoria de los niños, quieren sobre todo, ver el alma de sus juguetes, algunos despuès de un tiempo de jugar otros de forma inmediata. La llegada mas o menos pronta de este deseo determina la vida mas o menos larga del juguete. Pero yo no tendria el valor para culpar de ello a lamania infantil: se trata de una tendencia metafisica primordial. Cuando este deseo queda atrapado en la corteza cerebral del niño, llena sus dedos y sus uñas con una agilidad y una fuerza particulares. El niño gira, vuelve su juguete, lo raspa, lo sacude lo golpea contra los muros, lo arrastra por las tierras. Una y otra vez comienza de nuevo estos movimientos mecànicos, a veces en sentido contrario. La vida maravillosa se detiene. El niño, como las personas que se sientan en las Tullerìas, hace un esfuerzo supremo: al fin logra abrirlo; èl es mas fuerte. Pero, ¿y el alma? Aquì comienza el estupor y la tristeza.
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