El periodista deportivo es la novela que consagró internacionalmente a Richard Ford, de quien Raymond Carver escribió que era «el mejor escritor en activo en nuestro país» y el crítico francés Bernard Géniès afirmó, en una encuesta en Le Nouvel Observateur, que «se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano». Frank Bascombe tiene treinta y ocho años y un magnífico porvenir como escritor a sus espaldas. Hace tiempo disfrutó de un breve instante de gloria, tras la publicación de un libro de cuentos, pero luego abandonó la literatura, o fue abandonado por ella. Ahora escribe sobre deportes y entrevista a atletas, a quienes admira porque «no tienen tiempo para las dudas o la introspección».Y escribir sobre victorias y derrotas, sobre triunfadores del futuro o del ayer, le ha permitido aprender una escueta lección: «En la vida no hay temas trascendentales. Las cosas suceden y luego se acaban, y eso es todo.» Lección que podría aplicarse a su fugaz fama como escritor, a su breve matrimonio o a la corta vida de su hijo mayor, Ralph, que murió a los nueve años. ¿Cuál es el drama que ha provocado el fracaso de su matrimonio? ¿Por qué Bascombe ha renunciado a la literatura? ¿Qué le anima, sino una «moral de la apatía», un vivir la vida de instante en instante, un rehuir el suicidio por los caminos de la deseada analgésica banalidad? El periodista deportivo es un implacable testimonio de los desencantos inevitables, de la corrosión de las ambiciones, del aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir.
La noche arde al compás de una guitarra flamenca, mientras dos hermosas mujeres luchan por la piel de un mismo hombre. Es un largo túnel, un infierno de alcohol y drogas, de adrenalina que no entra sólo por las venas sino por los tacones, por las caderas, por la belleza y la vileza de este arte milenario. La llama negra es la noche madrileña, el flamenco y su embrujo, el toro y la sangre, la vida y la muerte. Entre la Tani, Carmen y Diego se ha tejido un triángulo de fuego. Todo pende de un hilo muy delgado, que quema y puede romperse en cualquier momento. El amor y sus aristas más miserables nos envuelven en una historia frenética, donde la pasión como verdad única marca el ritmo imparable de esta novela iniciática. Detrás de cada personaje, cual si se tratara de animales salvajes animados sólo por su instinto, se despliega el mundo del cante, del toque, del flamenco desde su sentido más jondo.