Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Papeles de amor y de odio, esas figuras femeninas que siempre vemos en función de la
distorsionada y delirante obsesión del poeta. Todas ellas, con sus embrollos, su egoísmo, su
zafiedad, ¿cómo podían convivir con Baudelaire? ¿Cómo iban a comprender algo de ese vendaval de
truculencia provocadora, esa mezcla de lo ruin y de lo ideal que le distingue? Nadie estuvo a la
altura de las circunstancias, pero era mucho pedirles, eran simples comparsas de teatrillos de
bulevar, prostitutas, musas venales con ciertas pretensiones de distinción, y el poeta pedía todo el
rugir del infierno y el azul de lo sublime, todo a la vez, y era mucho pedir.
Papeles de sumisión y de rebeldía, siempre bien establecidos y perseverantes. Odia al bueno de
maître Ancelle, y en el fondo le quiere y le necesita; como se desborda en elogios hiperbólicos con
Victor Hugo ausente y ya coronado de gloria en vida, aunque en el fondo, y al final lo reconoce
explícitamente, le detesta