En este ensayo Luis Felipe Fabre le hace un fisting crítico a Salvador Novo: el libro abre con el ano bucal de Novo, bien cerrado, que aparece en el retrato que pinto Manuel Rodríguez Lozano. Poco a poco van penetrando los dedillos analíticos hasta el esfinter del poeta se dilata. Es entonces cuando Fabre penetra, lúbrica hada, el cuerpo de Novo con ese puño tentador que termina por llegarle hasta los sesos. Cuando se retira, el ano de Novo ha queddo tan abierto que los lectores se aproximan al borde de un volcán: desde esas alturas críticas se divisan las entrañas del poeta y por ese hueco podrían echase todos los soldados del regimiento, junto con sus tenientes y coroneles, para alegría y deleite de ambos poetas.