Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Magdelaine Bavent, religiosa en el monasterio de Louviers en Normandía, vio envuelto en un proceso inquisitorial en el siglo xvii por la suposición de que había sido poseída por el demonio. Esos procesos contra brujería, apostasía y demonolatría -como afirma Alberto Ortiz- constituyen un síntoma de la complejidad que durante el Gran Siglo francés determinó la relación entre los hombres y el mundo preternatural dentro del esquema social del pensamiento mágico. La culpabilidad de la acusada fue un producto del sistema inquisidor contra las creencias supersticiosas, más atribuible
un los sujetos que abusaron de ella que una su carácter o iniciativa.