Una cotidianidad tormentosa persigue a León: el pertinaz recordatorio de sentirse ajeno. Condenado por la historia familiar, al saberse parte de la casa chica encabezada por su abuela que relegó a su madre a una infancia bastarda, un eterno dejo de rechazo forma parte de él. Desde niño, solo en su cuarto, su mente despierta e infantil ya entendía que algunas fantasías son mejores si no se comparten, y lo confirmó en los años de juventud, llenos de encuentros salvajes y furtivos