Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En Otsuchi, un pueblo costero al norte de Japón, un hombre construyó el teléfono del viento, una cabina artefacto para comunicarse con los muertos. El mizuko kuyo es una ceremonia del budismo japonés con la que se despide a los recién nacidos y a los fetos, los niños del agua. Hiram Ruvalcaba, ganador del Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020, asistió a ambos rituales para reflexionar sobre el destino espiritual de los niños, los bebés y los fetos muertos.
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