Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
La culpa de todo la tiene el perro, o al menos eso cree Cangrejo a sus doce años, porque es sacándolo a pasear como conoce a Jotacé y su secuaz Tarado, dos chavales libres, insolentes y violentos que personifican un universo del que Cangrejo quiere formar parte y que su familia de clase media le ha negado: el mundo de la calle, con sus broncas y sus mitos. Inmerso en una adolescencia prematura marcada por la necesidad de liderazgo y por la creencia de que es legítimo tomar por la fuerza lo que uno ansía, muy pronto Cangrejo se ve arrastrado lejos de las aulas, expuesto a su suerte en una ciudad gobernada por muchachos y plagada de motos, trapicheos y trifulcas, sobre la que proyecta también su mitología personal: gladiadores en anfiteatros romanos, caballeros y princesas en castillos medievales, espías y mafiosos de leyenda.