En Mantequilla, champaña y otros antojos para fiestas, funerales y fantasmas, Erika, mediante las imágenes nítidas que apelan a todos los sentidos y a las cuales nos tienen acostumbradas, una vez más nos hace partícipes sensoriales de sus relatos.
Cada uno de estos cuentos es un bocadillo que se cata, se goza y, de inmediato, se quiere paladear el siguiente.