Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
A través de sucesivos encuentros con un enigmático compañero con quien se reúne a tocar el violín, Erika Ewald experimenta el amor, aunque es incapaz de expresarlo. Luego de un largo período, en un reencuentro azaroso en un concierto, se reencuentran. Erika se sorprende al verlo y practica las palabras para decirle con mucha cautela.
Los dichosos recuerdos del día pasaron bailando como un veloz juego de sombras ante ella. Hoy había estado con él… Habían vuelto a ensayar juntos para su concierto, donde ella acompañaría a su violín. Y él había interpretado para ella a… Chopin, la balada sin palabras. Y luego las suaves y amorosas palabras que le pronunció, ¡cuántas palabras amorosas! La larga caminata en la solitaria noche de invierno los había acercado. Cuando se dieron la mano para despedirse, los dedos pálidos y fríos de ella yacieron indefensos en su mano fuerte durante mucho tiempo, como si los hubiera olvidado. Y se separaron como viejos amigos.