El periodista deportivo es la novela que consagró internacionalmente a Richard Ford, de quien Raymond Carver escribió que era «el mejor escritor en activo en nuestro país» y el crítico francés Bernard Géniès afirmó, en una encuesta en Le Nouvel Observateur, que «se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano». Frank Bascombe tiene treinta y ocho años y un magnífico porvenir como escritor a sus espaldas. Hace tiempo disfrutó de un breve instante de gloria, tras la publicación de un libro de cuentos, pero luego abandonó la literatura, o fue abandonado por ella. Ahora escribe sobre deportes y entrevista a atletas, a quienes admira porque «no tienen tiempo para las dudas o la introspección».Y escribir sobre victorias y derrotas, sobre triunfadores del futuro o del ayer, le ha permitido aprender una escueta lección: «En la vida no hay temas trascendentales. Las cosas suceden y luego se acaban, y eso es todo.» Lección que podría aplicarse a su fugaz fama como escritor, a su breve matrimonio o a la corta vida de su hijo mayor, Ralph, que murió a los nueve años. ¿Cuál es el drama que ha provocado el fracaso de su matrimonio? ¿Por qué Bascombe ha renunciado a la literatura? ¿Qué le anima, sino una «moral de la apatía», un vivir la vida de instante en instante, un rehuir el suicidio por los caminos de la deseada analgésica banalidad? El periodista deportivo es un implacable testimonio de los desencantos inevitables, de la corrosión de las ambiciones, del aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir.
Hay que entender que siempre hemos concebido el significado de las imágenes como algo quieto, fijo y clavado en la pared. Con Perejaume, y sobre todo con los transportes que ha llevado a cabo, nos hallamos ante un intento de liberar estos significados para ponerlos en un sistema de circulación, arrastrándolos por una orografía muy particular. Esto les obliga a tener accidentes, encuentros y encontronazos que ejercen una violencia productiva sobre el sentido que se les había adjudicado. Dicho de manera muy sintética, esto es lo que algunos han llamado el paso de un significado objetivo a uno trayectivo. No podemos olvidar que este tipo de transportes constituyen para Perejaume una modalidad de escritura. Él es el representante de lo que podríamos llamar una escritura total. Una escritura que se despliega caminando, dibujando o hablando, y que se hace viviendo. Es una escritura que exige salir de los espacios que a menudo protegen a las imágenes. Una vez a la intemperie quedarán expuestas a los embates de lo imprevisible.
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