Al lado de La Fontaine, John Gay, Esopo, Fedro y Horacio, y junto con Tomás de Iriarte, Félix María Samaniego es uno de los más grandes fabulistas de todos los tiempos. De pensamiento ilustrado encarnará, con el correr del tiempo, uno de los más notables equívocos de la literatura española. Animado por su tío el conde de Peñaflorida, también ilustrado y fundador de la Sociedad Vascongada --consagrada a la difusión de las ciencias y las artes bajo la protección del monarca Carlos III--, las Fábulas de Samaniego vendrán a servir a la instrucción de los alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado y, más tarde, a numerosos establecimientos educativos similares de toda España. Contra lo que se piensa, su contribución pedagógica tiene lugar, no desde el tradicionalismo católico, sino desde una posición progresista. Al contrario de los escritores españoles de su época, Samaniego fue un intelectual de señalado espíritu europeo que tomó para su obra mucho de fuera y, reelaborado, lo devolvió, más allá de sus fronteras nacionales, con un sello propio, característico, sin desdecir en absoluto su contexto cultural.