Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Desde hace ya décadas está teniendo lugar un encuentro fascinante y callado: el de la moderna ?o postmoderna? sociedad occidental y el buddhismo. Se trata de un proceso que puede ser inmensamente enriquecedor para todo el mundo. Pero no falto de complejidad e incertidumbre. Aunque el buddhismo tiene una larga historia de adaptaciones e interacciones (de la India al Sudeste Asiático, a China, a Japón, al Tibet, etcétera) su llegada a Occidente constituye un reto sin precedentes. ¿Se está convirtiendo el Dharma buddhista en otra forma de psicoterapia?. ¿es otro producto del supermercado de lo espiritual?, ¿acabará siendo el buddhismo un elemento más de nuestra pautas individualistas de consumo? O, por el contrario, ¿puede el buddhismo aportar soluciones y alternativas a una sociedad aquejada de innumerables crisis? Una sociedad cuyo sistema económico institucionaliza la codicia, cuyo militarismo genera la animadversión y los medios de comunicación alimentan la ignorancia. Desde un ángulo que puede ser radicalmente distinto, el buddhismo ofrece alternativas profundas ante estas cuestiones. Pero, para que el Dharma despliegue su potencial liberador, debe pasar de ser una tradición asiática a convertirse en una enseñanza que responda de forma directa a las necesidades espirituales de las personas que viven en este hemisferio globalizado. ¿Deberá el buddhismo replantear entonces su postura acerca de asuntos como el karma, el renacimiento, la sexualidad o el dinero?