Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Si el culto moderno a la velocidad consagró la técnica como adelantada de un promisorio porvenir y alumbró la primera vanguardia, el futurismo, el nuevo siglo parece habernos sumido en un desalentador presentismo, un presente embriagado de presente incapaz de anticipar el mañana. La expansión del consumo, con sus ritmos cada vez más acelerados de producción y obsolescencia, y la revolución digital, con sus redes de conexión instantánea y su frenesí de demandas, han comprimido la experiencia en un tiempo devorador, un tiempo sin tiempo. No sorprende que la escasez de tiempo esté en el centro de la colonización maquínica de la vida cotidiana en la era digital, y en las crecientes alertas de científicos y pensadores sobre los cataclismos ambientales que el hombre mismo ha desatado y que amenazan su supervivencia en el planeta. Pero el arte y la literatura no se resignan. Quieren salir de la monocronía obligada, desvelarla, transformar el tiempo perdido del consumo disciplinado en experiencia estética del tiempo recuperado. Contra la ficción global del tiempo único y la historia del arte lineal, también los relatos críticos que hoy las convocan quieren recuperar el espesor caleidoscópico del presente y la soberanía de lo anacrónico. Sólo a través del tiempo, escribió T. S Eliot, el tiempo se conquista.