Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La persistente crisis financiera y la reacción falta de coraje y perspectiva de las élites políticas hacen temer un fracaso del proyecto histórico de construcción europea. Sin embargo, la arquitectónica a la vez supraestatal y democrática de la Unión Europea, fruto de una evolución jurídica sin precedentes, autoriza a pensar en una coordinación de las decisiones de los Estados de la unión monetaria que no obedezca al modelo, seguido hasta ahora, de un ejercicio intergubernamental y posdemocrático del poder.
La Unión Europea del Tratado de Lisboa no está alejada de la forma de una democracia transnacional, pues se inscribe en un proceso de juridificación y civilización del poder estatal que posibilita la creación de capacidades de actuación política más allá de los Estados nacionales. El actual derrumbe de las ilusiones neoliberales ha promovido la comprensión de que los sistemas funcionales de la sociedad mundial (incluidos los mercados financieros) ya no pueden ser controlados individualmente por los Estados o por coaliciones de Estados. Como afirma Jürgen Habermas: «En cierto modo, la política como tal, la política en singular, se ve desafiada por esta necesidad de regulación: la comunidad internacional de Estados tiene que desarrollarse en el sentido de una comunidad cosmopolita de Estados y ciudadanos del mundo».
El presente ensayo sobre la constitución de Europa va precedido por un estudio de la relación entre los derechos humanos y el concepto de dignidad humana en el que se muestra cómo la dinámica combativa de indignación, nacida de las experiencias de vulneración de la dignidad humana, impulsa la esperanza razonable de una institucionalización mundial de los derechos humanos.